romina rusu
Costa Brava
La historia continúa
Mi amor crece aún más al conocer los pueblos de Calella de Palafrugell (foto, plasmado por Anabel Gregorio) y Llafranc, Begur o Palamós, con sus casitas blancas con porticones azules, sus calas rocosas y sus olas espumosas que hacen que el espíritu se desconcierte. Siempre que pasó por las callejuelas de estos pueblos no puedo dejar de imaginarme cómo era esa época de oro cuando los pescadores se construyeron cada uno su casita con rebosantes ganas de ver crecer en ellas a sus hijos, nietos, bisnietos... hasta las generaciones de hoy.
Me emociona ver cómo se conserva esa herencia tan personal y a la vez tan melancólicamente digna de contar a los cuatro vientos. Y son esos ' cuentos ' los que perpetuamos cada vez que experimento lo que significa vivir aquí. Un savoir vivre único y privilegiado. Y sino, ¡que lo diga cualquiera que haya tenido la ocasión de pasar sus vacaciones en este rincón de la Costa Brava! Y los pocos centenares de locales que guardan casi como un secreto precioso su amor a la Costa Brava por miedo a que nunca cambie.
Aún así, no es difícil notar su pasión, y lo delatan sus horas de dedicación a las fiestas de las Cantadas de Habaneras en Calella o la Feria de Indianos en Begur, por decir algunas con las que plasman su experiencia en los duros viajes más allá del océano, en el continente americano, para luego vivir la paradójica tristeza de volver.
También están las iniciativas de 'casar' la buena comida mediterránea con sus vinos exquisitos en las Cenas Maridaje, o el Mediterráneo y la cultura - lo demuestran los conciertos anuales de música internacional de Cap Roig en Calella de Palafrugell, el Festival de música de Peralada, el festival de Torroella de Montgrí, por decir algunos. Todos ellos combinan jardines edénicos sobre estas mismas tierras, comida mediterránea y excelencias de la música. ¿Qué más se puede pedir?
Y aún cuando uno no pide nada, estos lugares se le descubren solos, sin buscarlos. Es una delicia perderse por los frondosos bosques como el del parque natural de Les Gavarres que empuja los pueblos de Palamós, Ermedàs y Calella al mar y encontrase desembocado en las calas rocosas como la del Castell i La Fosca de Palamós, la Cala Estreta o el Golfet de Calella, igual que los riachuelos que quedan ahí atrapados y por fuerza se lanzan al mar - confieso que si es por perderse, me vuelvo a perder mil veces por estos lugares.
Ahora bien, ¿quién puede resistir una buena cerveza catalana de 'pura cepa' y unas
buenas tapas? ¡ Yo no!
Mis sitios favoritos para degustar estas pequeñas tentaciones rodeada de buena compañía: las tabernas que puedes encontrar en casi todos estos pueblos en sus cascos antiguos, junto con otra tentación eterna, las tiendas de ropa y de souvenirs que siempre encuentran algún tipo de truco para embrujarte y hacerte pasar!
Pues bien se sabe que desde la Edad Media, la gente de Costa Brava se ha dedicado al pequeño negocio familiar y a sabido atraer el comercio a su casa, y por muy increíble que parezca, este sistema funciona perfectamente hasta hoy y sirve de modelo para muchas escuelas de negocio.
¿Será porque los catalanes son unos conquistadores discretos? Seguro que sí, porque ¡mi romance con la Costa Brava sigue más sólido que nunca!